Un candidato para el fin del mundo. US Presidentials
Escrito por Trión Grupo Fórmula el 05/04/2019
“Soy Andrew Yang y me postulo para presidente como demócrata en 2020 porque temo por el futuro de nuestro país. Las nuevas tecnologías (robots, software, inteligencia artificial) ya han destruido más de 4 millones de empleos en los EE. UU. Y en los próximos 5 a 10 años, eliminarán a millones más. Un tercio de todos los trabajadores estadounidenses están en riesgo de desempleo permanente. Y esta vez, los trabajos no volverán”.

Este es el mensaje de bienvenida que da Andrew Yang a los visitantes a su página de precandidato a presidente de Estados Unidos. Sin duda es un mensaje de alarma, que se hace eco de las preocupaciones de un número creciente de economistas y expertos en tecnología preocupados por consecuencias económicas de la automatización.
Para 2030 de acuerdo a in informe de la firma consultora McKinsey & Company, hasta un tercio de los empleos en Estados Unidos puede desaparecer debido este proceso; podrá haber otros estudios más alentadores, pero Yang se suscribe a esta visión.
No es esta la única propuesta de Yang para la campaña, pero es sin duda la que obtiene más titulares: un candidato enfocado a detener el caos del mundo dominado por robots. Andrew Yang conoce del medio, antes solía trabajar para una empresa de tecnología y tras los éxitos fundó Venture for America, una organización sin fines de lucro cree que la automatización y la inteligencia artificial avanzada pronto harán que millones de empleos queden obsoletos; para detener este apocalipsis con un desempleo en el nivel de Gran Depresión, Estados Unidos necesitaría tomar medidas radicales, una de ellas bien podría ser el elegir a Yang como candidato.

De Yang se sabe muy poco, quizás porque nunca antes se había postulado para un puesto público, tiene 44 años y es hijo de inmigrantes taiwaneses, trabajó como abogado corporativo solo cinco meses, antes de ingresar en startups, emprendimientos sobre todo del sector tecnológico.
Hijo de un ingeniero inventor con decenas de patentes registradas siempre vivió rodeado de la elite del sector por ello no tuvo muchos problemas en crear Stargiving cuya meta era «recaudar fondos para organizaciones sin fines de lucro afiliadas a celebridades», el intento terminó en fracaso pero sirvió como material para un libro (no hay candidato sin libro) que lleva por nombre: Smart People Should Build Things (Gente inteligente debe construir cosas), no precisamente algo que aspire al Pullitzer.
El libro es un manifiesto para todos sus siguientes proyectos cada vez más ambiciosos. Entre ellos el de ser presidente basado en una política cuestionada, la de dotar de un ingreso universal básico a todos los estadounidenses. Hablamos de doce mil dólares por año, que si bien no pagan la renta en Los Angeles, Nueva York o Seattle, bien ayudarían a decenas de millones en la pobreza. Si, Estados Unidos tiene pobres…y muchos.
La propuesta no enloquece al gran público, Yang promedia entre el 0 y el 1 por ciento en las encuestas de opinión pública, pero le ha hecho tener más reflectores y mejores probabilidades que Tulsi Gabbard, Kirsten Gillibrand o Julián Castro, todos ellos con más experiencia en el servicio público que Yang, por ello cuando se presente el primer debate demócrata en junio será una cara familiar para algo de público.

Yang es sin duda un elemento colorido de la campaña que ha logrado combinar una plataforma tradicionalmente de izquierda, proponiendo un seguro universal y un nuevo impuesto al valor agregado, con un apuesta a un capitalismo libre con una ardua apuesta a los emprendimientos sobre todo los de corte tecnológico.
Las posibilidades de Yang pueden ser remotas, pero sin duda su mensaje es el idóneo para los tiempos que corren. Cuatro millones de empleos se han perdido de forma permanente debido a la automatización y un tercio de los empleos estadounidenses están actualmente en riesgo y no hay nadie en política si quiera con la visión de hacer lo que sea necesario para preparar a los Estados Unidos para el mayor cambio tecnológico y económico que el país haya visto jamás, un candidato quizás, para el fin del mundo.
